Sanar

me cuesta tocar para otros,
me cuesta tocar para mì,
remueve demasiado,todo
es màs que mùsica para mì

me siento desnuda, expuesta
sola, fragil, vulnerable, pues
siento todo, no siento nada
siento demasiado a la vez

era mi idioma, mi ser, parecer
era mi bronca, mi dolor
mi antes y mi despuès

mi primer amor, mi obsesiòn
mi refugio, isla, pasiòn

què pasò?
dònde, todo eso, quedò?
se durmiò en mi camino
me perdì , y no volviò
ya no toco como antes
segura, fuerte, àgil

encontrè mil excusas
y la muerte de mi padre
y la locura de mi madre

ahora que yo misma
soy adulta, grande
y tengo dos hijas,
y mi niña, dolorida,
busco a tientas
desespero
por ser aquèlla
que en el piano
antes era.

Pilar Taborda

El robó

Si alguien abriera una fábrica de robots domésticos, debería considerar:
Un robot que se llame Schuber y tenga anteojos.
Un robot que se llame Jairo y tenga muy blancos los dientes.
Un robot que cante el Ave María, por las dudas nos den ganas de casarnos.
Un robot que aplauda poco.

Jairo estuvo aquí


Falta envido.

Un grupo de ángeles habita en un juego de cartas. Una caja celeste, llena de nubes y atuendos blancos, en caída. Una túnica con pliegues como de naipes, cabellos al viento como los bastos. Ojos verdes cual interior de una copa, de un cáliz. El del As. El as de copas. El vino. Los ángeles juegan al truco en una nube, la más grande, la que carga la tormenta. Gabriel y Zadkiel hacen dupla. Suman juntos los 33 de Cristo.


(Syb Ó)